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Trastorno de Pánico

El trastorno de pánico es un trastorno de ansiedad que se caracteriza por episodios inesperados y repetidos de intenso miedo acompañados por síntomas físicos que pueden incluir dolor en el pecho, palpitaciones aceleradas del corazón, falta de aire, mareos, angustia y molestia abdominal, temblor entre otros.

Síntomas

Un ataque de pánico es la aparición súbita de miedo intenso o de malestar intenso que alcanza su máxima expresión en minutos y durante este tiempo se producen cuatro (o más) de los síntomas siguientes: Palpitaciones o galopar consciente del corazón por aceleración de la frecuencia cardíaca. Sudoración. Temblor o sacudidas e ideas de temor a la muerte o a enfermedad grave, o temor a enloquecer.

Otros síntomas

Los ataques de pánico pueden ocurrir en cualquier momento, en cualquier lugar y sin previo aviso. La persona puede tener miedo de otra crisis y evitar los lugares en los que sufrió una crisis anteriormente. En algunos casos, el miedo domina su vida y no pueden salir de sus casas.

El trastorno de pánico es más común entre las mujeres que entre los hombres. Suele comenzar en la juventud o en la adultez.

El trastorno se produce cuando los Neurotransmisores químicos del cerebro que se encargan de procesar las emociones no funcionan adecuadamente.

De algún modo, durante el ataque de pánico tanto el sistema nervioso como el cerebro son los responsables de desatar los síntomas.

Es decir, no se trata de un cuadro puramente físico, pero tampoco mental exclusivamente; sino que se manifiesta en un plano neuronal y se expresa en las emociones, los pensamientos y la conducta.

Los Neurotransmisores son los mensajeros químicos que transmiten señales de las neuronas a las células blanco a través de las sinapsis. Un desequilibrio en neurotransmisores puede dar lugar a una variedad de condiciones de salud mental tales como depresión, esquizofrenia o trastorno de pánico.

¿Qué ocurre durante un ataque de pánico?

Durante un ataque de pánico se acelera una región del cerebro en la que se procesan el miedo y el dolor y cuando nuestros mecanismos de defensa funcionan incorrectamente, esto puede provocar una exageración desmedida de la amenaza, lo cual provoca una gran ansiedad y, en casos extremos, pánico.

Aunque no se ha encontrado con exactitud la implicación específica de un gen responsable de causar trastorno de pánico los antecedentes familiares pueden predisponer a una persona a desarrollar la condición.

Otro factor implicado en detonar una crisis de pánico es una inhalación aumentada de dióxido de carbono.

Otros disparadores posibles incluyen un nivel inferior de la glucosa en sangre, una inflamación del oído interno (laberintitis), un tumor de la glándula suprarrenal y una insuficiencia mitral, un hipertiroidismo entre otras.

Muchos individuos con trastorno de pánico también interpretan situaciones mínimas como amenazantes o los síntomas físicos de la ansiedad, de una manera exagerada y por lo tanto accionan un ataque de pánico.

El consumo excesivo de café y de sustancias energizantes puede también desencadenar un ataque de pánico.

Tratamiento

Esta enfermedad puede ser curada con el tratamiento apropiado que consiste en farmacoterapia manejada por un médico especialista en psiquiatría, esta parte del tratamiento llevada a cabo de la manera apropiada busca la curación del trastorno. Para ello el especialista usará fármacos inhibidores de recaptación de serotonina (llamados antidepresivos) pero en dosis diferentes a las utilizadas en la depresión.

El uso de otros fármacos como sedantes; queda a discreción del especialista. Es muy importante sujetarse al uso de los medicamentos de acuerdo con el concepto, dosis y tiempo estipulado por el psiquiatra.

En cuanto a la psicoterapia las técnicas más exitosas han sido las cognitivo conductuales, que buscan que la persona pueda identificar y cambiar los patrones de pensamiento antes de que conduzcan al pánico, modificando a su vez la conducta ansiosa y ansiógena.

Terapias adicionales como terapia de insight psicosomática, terapia sistémica familiar, coaching ontológico, mindfullness, terapias con música, con arte plástica, con danza, terapias de relajación, entre otros han demostrado eficacia como coadyuvantes.

Es importante encontrar y tratar los detonantes como relaciones tóxicas, abusivas, estrés laboral o familiar, uso de sustancias adictivas, entre otros.

 

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